¿De quién es la calle?

 

Si miramos por la ventana (suponiendo que tu piso no sea interior)  podemos descubrir el escenario de una batalla, de una de esas batallas que configuran el devenir de la historia. Efectivamente, hablamos de la calle.

La calle es ese lugar al que acudimos abandonando la calidez de nuestros hogares. Allá vamos para ir a trabajar, a estudiar, para pasear, para correr… ¿Se me olvida algo? ¡Ah sí!, a la calle vamos también para socializar.

Ahí afuera está ese espacio donde los de nuestra especie nos podemos relacionar, divertir o compartir experiencias. La pregunta, ¿de quién es la calle?, parece entonces de obvia respuesta.

En realidad, os voy a confesar una cosa: No sé la respuesta. ¿La calle es de todos? ¿La calle es de nadie? ¿La calle es de Coca Cola?. Estoy confuso.  Para intentar despejar un poco mis ideas he optado por echar un vistazo en detalle a ese espacio tan peculiar.

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Efectivamente, es publicidad. La publicidad convive con nosotros en la calle. Allá donde vamos, nos acompaña. Hemos aceptado a la publicidad en este espacio colectivo.

Pero no todo es publicidad, también me he encontrado con esto:

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El mundo más allá de nuestras ventanas parece ser un escaparate donde unos pretendemos contar cosas a los otros. Está claro que no es accidental pues en la calle, como espacio colectivo al que todos pertenecemos en algún momento, todo lo que expongas puede ser visto por todos. Es un canal de comunicación muy efectivo. En el caso de este balcón que clama por la creación de un nuevo Estado para Cataluña, hemos aceptado el uso de la calle como herramienta para reivindicar lo que a nosotros nos de la gana ante todos los demás.

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Esto de aquí es un grafiti. Supongo que no hace falta entrar en demasiado detalle sobre la actitud que se ha tomado ante ellos:

 

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Parece que a nivel legal los grafitis no están bien aceptados. Tampoco a nivel social parecen ser tolerados. Los grafitis responden a la misma necesidad tiene aquel que cuelga una bandera de un balcón o aquel que patrocina un vagón de metro: La necesidad de utilizar un espacio colectivo para comunicar algo a alguien. Pero mientras que nos molesta que en este espacio nos introduzcan grafitis, no así sucede con la publicidad.

La pregunta que me hago es, ¿Por qué?. Igual entonces es cuando nos podemos dar cuenta que la polémica en torno a los grafitis es la punta del iceberg de un asunto bastante más complejo: ¿de quién es la calle?.

Intentemos ir poco a poco. ¿Qué diferencia existe entre un grafiti y el anuncio de la nueva tarifa plana de TarifiPlaniTel?. Veamos algunas críticas que se realizan a los grafitis:

  • ¿Los grafitis invaden fachadas de pisos de vecinos?. Sí, pero el anuncio de Licores Antich también lo está haciendo.
  • ¿Los grafitis afean la calle?. Esto es demasiado subjetivo, habrá a quién le guste un grafiti y habrá a quién le parezca horrendo. A mi personalmente me parece un poco feo el anuncio de La Grossa que Loteries de Catalunya ha ido estampando por la calle en cada manzana.
  • ¿Te gustaría que te hicieran un grafiti en la fachada de tu casa?. Aquí me has pillado, no me gustaría nada salir una mañana y encontrarme una pintada en la fachada de mi casa, como no me gustaría nada encontrarme que han tapado una ventana de mi casa para poner un anunció de condones preservativos de sabor a frutos tropicales. Así sin avisar previamente ni nada.
  • Los grafitis invaden la propiedad privada.  ¡Ajá!, este parece interesante.

 

Los grafitis invaden la propiedad privada

Los grafitis invaden la propiedad privada

Los grafitis invaden la propiedad privada

… la propiedad privada

 

Resulta que estamos ante un asunto de Propiedades… La calle entonces tiene elementos que son privados. De momento todos estamos de acuerdo (alienación) con que las fachadas son propiedad privada, los coches son propiedad privada. Pero el caso es que las farolas, el asfalto y el muro del grafiti que aparece ahí arriba no son propiedad privada. En este sentido, parece ser que el problema se encuentra en que el grafiti invade una propiedad pública, municipal.

Entonces pareciera ser que no existe, en realidad, problema alguno con el grafiti sino con la violación de la propiedad de los elementos presentes en la calle en los cuales se dibuja el grafiti. Entonces, si absolutamente cualquier elemento que nos encontramos en la calle parece tener propiedad… ¿de quién es la calle?.

Veamos ahora un pequeño ejemplo de nuestra diferente percepción del grafiti frente a otras formas de comunicación. En el caso del transporte público, a todos nos parece horrendo esto:

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Pero que Moritz rotule un tren de cercanías entero nos da más bien igual, aunque el resultado final no diste mucho del de un grafiti.

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¡Qué bonito el tren de Moritz y qué feo el vandalismo de la imagen anterior! ¿Verdad?.  En realidad aquí parece que la frontera entre grafiti y anuncio es un poco delicada. ¿Consideramos entonces grafiti a aquello que no nos cae bien?. Porque el tren de Moritz bien podría haber sido dibujado por un grafitero…

¿Por qué nos parece bien el anuncio de Moritz en el metro y por qué nos parece mal un grafiti?. Ambos están siendo plasmados en una propiedad colectiva, de todos.  La única diferencia existente entre ambas imágenes parece residir en que Moritz ha sacado un fajito de billetes ante Transports Metropolitans de Barcelona (TMB). Por lo tanto, no solo es un tema de propiedad privada sino que entramos de lleno en el mundo del capital. Da la sensación de que las diferentes propiedades existentes en la calle en realidad sostienen un Mercado por el cual los espacios tienen un precio, un valor. Y para utilizar un espacio has de adaptarte al maravilloso imperio de la oferta y la demanda (salvo que tengas un balcón muy chulo donde poder enseñarle a la gente lo indepeguay que eres, eso es gratis aún) .

Vale, ¿qué nos inquieta?. ¿Nos inquieta que unos chavales quebranten la propiedad o nos inquieta que unos chavales intenten utilizar un espacio de la calle sin pasar antes por caja?. ¿La calle es del Mercado?. Pero no centremos nuestra atención en los grafitis. Hoy en día, al menos en el Estado Español, casi todos los municipios cuentan con ordenanzas municipales que castigan no solo los grafitis sino cualquier anuncio que puedas poner en la calle. Desde el «ofrezco clases particulares» a los de «Manifestación mañana«.

La situación que se produce en la calle es muy clasista: si tienes capital, tienes espacio en la calle y aceptación social. Los espacios los dominan las clases que poseen el capital. Los propietarios de los medios de producción son los que deciden las cosas que vas a poder ver por la calle. (Chato, espero que a la tercera se haya captado ya la referencia indirecta a la lucha de clases 😉 ). En realidad, si quieres otro ejemplo: en la Catedral de Granada hace dos siglos era aceptado subirte a la fachada y escribir tu nombre si habías terminado una carrera. ¿Sabéis quiénes estudiaban en la Universidad de Granada (y en cualquier otra) hace dos siglos?. (Pista: un obrero fabril, no)

Pero la calle no es solamente un conjunto de espacios estáticos para hacernos consumir productos. La calle también es el sitio donde realizamos gran parte de nuestra vida. ¿Es nuestra, la calle?. Yo diría que no, que no lo es.

 

Si has decidido no visualizar este vídeo, yo te lo resumo: Va de un señor comportándose por la calle de una forma que provoca sorpresa y hasta miedo a los viandantes. En realidad lo único que hace es bailar un poco.

Al final, en la calle funcionamos con determinadas normas que suponemos de obligado cumplimiento. Es requisito indispensable para la salud mental de quienes nos rodean no ir por la calle como este señor así como también es obvio que no está bien parar a un desconocido y ponernos a hablar con él de lo primero que se nos ocurra… ¿verdad que es obvio?. En realidad no es tan obvio, si nos vamos a Sediles, un pequeño pueblo cercano a Calatayud (Zárágózá) notarás que la gente te para cuando vas por la calle y tratan de hablar contigo de cualquier cosa. Especialmente si vas un verano a la tarde, cuando los vecinos están tomando la fresca en la calle. Para ellos puede ser hasta un poco violento que no quieras pararte un ratito a hablar. Las personas de la tercera edad, por otro lado, están habituadas a hablar con desconocidos en el bus o en una cola.

Parece ser que con el paso del tiempo hemos decidido ser más individualistas cuando utilizamos nuestro espacio común, la calle. ¿Te imaginas estar en un banco, con tus amigos y que de repente venga alguien que no conocéis de nada a hablar con vosotros  de cualquier tema? ¡Cuánta violencia!…

El video inicial y el final están relacionados con el situacionismo, un movimiento cultural y artístico que cree en el poder del arte como herramienta de transformación social y que tiene su punto álgido en la Internacional Situacionista. Algunos artistas situacionistas llevaron a cabo el Detournement. Su idea es la siguiente: Utilizar elementos creados por el poder para tergiversarlos y anular los objetivos para los que fueron originalmente creados. Es especialmente interesante el trabajo de Raymond Hains (9/11/1926 – 28/10/2005). Hains trabaja con carteles publicitarios que son quemados y destrozados por viajeros anónimos. Que los disfrutéis.